Como bien sabeis, la corteza cerebral está dividida en dos hemisferios casi simétricos comunicados por el cuerpo calloso que transmite un diálogo íntimo y continuo entre ellos. Parece ser que los lóbulos de cada hemisferio poseen unas funciones diferentes y ahora vamos a ver si cada uno de estos hemisferios contiene realidades diferenciadas. Existen varias maneras de estudiar la diferencias entre los dos hemisferios, pero sin duda, la más exitosa ha sido la seguida por autores como Sperry y Gazzaniga que han estudiado el funcionamiento de ambas partes del cerebro en sujetos con lesión del cuerpo calloso. En estos casos, ambos hemisferios no pueden comunicarse entre sí porque se encuentran desconectados. Aunque estos experimentos presentan un diseño un tanto complejo lo que a usted le interesa es el resultado de los mismos. Antes que nada y para comprender estos experimentos debéis saber que nuestro cuerpo se halla “invertido” con respecto a nuestro cerebro. Si por ejemplo, usted conoce a alguien a quien le ha dado un infarto cerebral y tiene paralizada la parte derecha de su cuerpo, la lesión se halla en el hemisferio izquierdo y además es probable que tenga un problema añadido de lenguaje (recuerde que el lenguaje se halla en el hemisferio izquierdo), si por el contrario la parte afectada es la izquierda la lesión se encontrará en el hemisferio derecho del cerebro.
Por ejemplo, en el libro de Sally Springer y Georg Deustch Cerebro izquierdo, cerebro derecho relatan el caso de N.G., un ama de casa de California con ambos hemisferios cerebrales separados. La paciente mira un punto negro en el centro de una pantalla y de repente una imagen de una taza destella brevemente a la derecha del punto. N.G. no duda en decir que ha visto una taza. Se le pide que fije la mirada nuevamente en el punto negro y ahora se le muestra la imagen de una cuchara a la izquierda. ¿Qué ha visto usted? Responde que "nada" pero si le ofrecemos varios objetos para que los palpe y elija lo que ha visto opta por la cuchara. Nuevamente se le solicita que se fije en el punto negro del centro y ahora se le muestra la imagen de una mujer desnuda en su parte izquierda. N.G. se ruboriza y le da la risa tonta. ¿Qué ha visto ahora?. “Nada, sólo un destello de luz” –responde tapándose la boca para esconder su risa picarona. “¿Entonces por qué se ríe? –pregunta el investigador”. “¡Oh, doctor menuda máquina tonta ésta! –responde”. En este experimento vemos que lo que se percibe en el lado derecho va al hemisferio izquierdo y el paciente lo puede nombrar porque es el hemisferio del lenguaje. Sin embargo cuando se percibe en el lado izquierdo y se dirige al hemisferio derecho el sujeto no puede decir lo que ha visto y además se inventa algo que justifique su conducta.
Antonio es un paciente de 54 años, fuerte, calvo y con unas gafas de sol tipo “Torrente”. A pesar de que hace unos meses ha padecido un infarto cerebral, mantiene con orgullo su hábito de fumar dos paquetes de tabaco rubio al día, paquete que muestra sin ningún pudor en su mano derecha acompañado de pulseras de oro como es preceptivo. Nos lo remiten porque después del infarto cerebral se ha vuelto “un obsesivo” y nunca sabe qué debe hacer, hallándose inmerso en la duda permanente. Cuando le entrevistamos comenta una situación curiosa que ejemplifica lo que le ocurre. Al salir de nuestra clínica hay una pequeña rotonda que él toma hacia la derecha para volver a su casa (como también es preceptivo en él, no ha dejado de conducir) pero cada vez que va a tomar la rotonda, con una mano gira el volante hacia la derecha y con la otra deshace el movimiento lo que produce que gire varias veces sobre la rotonda (imagínese la sorpresa de otros conductores). Su ejecución en los test que le aplicarmos en nuestra consulta también resultó bastante peculiar. Una de las pruebas que utilizamos para valorar funciones del lóbulo frontal es una especie de juego en el que tres cilindros de distinto tamaño se hallan insertados en un poste de madera, siguiendo un orden de tamaño. El sujeto tiene frente a sí, los tres cilindros en el poste y otros dos postes más. Las instrucciones son las siguientes: “debe usted mover los tres cilindros para dejarlos en el poste del otro extremo como están colocados ahora, para ello debe sacarlos de uno en uno, no puede quedarse ninguno en la mano, cuando ponga uno encima de otro el que ponga encima siempre deberá ser menor que el que este debajo y debe hacerlo en el mínimo número de movimientos posible”. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando observamos que su mano derecha hacia un movimiento y la mano izquierda se encargaba de devolver el cilindro a su punto de partida. Ni que decir tiene el efecto que producía en la cafetería cuando se disponía a pagar el café (como es preceptivo en él, no había dejado el café) y colocaba el billete encima del mostrador con la mano izquierda para recogerlo inmediatamente con la mano derecha.
Cuando accedimos a los informes de neurología comprendimos lo que le ocurría. Realmente no era un obsesivo sino que el infarto había afectado al cuerpo calloso produciéndose una desconexión parcial de ambos hemisferios. En la literatura se denomina a este trastorno como “síndrome de la mano ajena” y realmente su nombre resulta muy ilustrativo, porque la mano cobra vida propia y hace “lo que le viene en gana”. Se convierte en un ser travieso que va desordenando todo lo que el otro hemisferio ordena, se dedica a fastidiarte la vida con sus bromas de mal gusto, y en ocasiones puede llegar a mostrar intenciones aún más perversas (como el caso de otro paciente al que su mano trataba de ahogarle por las noches).
Aunque estas descripciones nos impresionen, tal vez, no hagan más que mostrarnos con una lupa comportamientos cotidianos del ser humano. Al fin y al cabo, es bastante cierto que todos vivimos realidades palpables y realidades virtuales. Todos hemos contado alguna vez historias, que aunque nos han ocurrido realmente, han sido debidamente condimentadas en la cocina de nuestro cerebro para darles ese toque que impresione a nuestro interlocutor. Todos, en alguna ocasión, hemos mezclado lo que es con lo que nos gustaría que fuera. Todos alguna vez nos hemos engañado para lograr que nuestro engaño sea creíble. Es obvio, de alguna manera, que todos llevamos dentro esa división hemisférica que tan llamativa nos parece en los casos de cerebro escindido y del síndrome de la mano ajena. Algunos autores han ido más allá de la descripción de estos auténticos fenómenos extraños para intentar explicarlos desde una perspectiva más global. Vilayanur Ramachandran es un neurólogo de gran prestigio, al que gusta llevar corbatas con el dibujo del cerebro y que ha desarrollado su labor clínica y de investigación en Estados Unidos. Como su apellido indica es de origen hindú lo que posiblemente le haya influido en esa especial capacidad que muestra para saber mirar las cosas desde una perspectiva más global u holística. Pues bien, este autor, sugiere que existe una diferencia aún más fundamental entre los dos hemisferios que afecta a los estilos cognitivos de los mismos (a su manera de trabajar con la información que reciben) y que puede contribuir a entender mejor el funcionamiento cerebral. En cualquier momento de nuestra azarosa vida, nuestros cerebros se ven abrumados por una cascada continua de información que tenemos que incorporar a una perspectiva coherente de la imagen
que tenemos de nosotros mismos y de lo que los demás esperan de nosotros. Para poder generar acciones coherentes o para mantener un “estatus quo” determinado, el cerebro debe de disponer de algún mecanismo para cribar esta información y ordenarla en un esquema de creencias estable y con consistencia interna. De esto se encarga el hemisferio izquierdo, de integrar la información en la imagen previa que tengo del yo. Es decir, es nuestro hemisferio
izquierdo el encargado de mantener la imagen que tengo de mí mismo y destruir cualquier información que atente contra esa imagen.
En definitiva, es el que lleva a cabo esa labor tan “ingrata” de matar al mensajero para no quedarse con el mensaje. ¿Qué ocurre entonces cuando una información sobre mi conducta
no encaja en el guión establecido? El hemisferio izquierdo prescinde por completo de esa información o bien la distorsiona para hacerla encajar en el marco preexistente, con el fin de mantener la estabilidad. Lejos de ser defectos adaptativos, estos mecanismos cotidianos de defensa impiden que el cerebro se vea abocado a la incoherencia y a la falta de dirección por las posibilidades combinatorias de los posibles guiones que pueden escribirse con el material
que recoge nuestra experiencia. El inconveniente, claro está, es que uno se miente a sí mismo y a los demás, pero este resulta un precio barato y asumible por la coherencia y estabilidad que adquiere el sistema en su conjunto. Así pues, las estrategias de adaptación empleadas por los dos hemisferios son, básicamente, diferentes. La tarea del hemisferio izquierdo consiste en crear un sistema de creencias o un modelo y encajar toda nueva experiencia en ese sistema de creencias. Si se encuentra con una información que atenta contra ese sistema de creencias recurre a la negación, reprime e inventa una historia que le permita mantener el estatus quo. Sin embargo, la estrategia del hemisferio derecho consiste en actuar poniendo en tela de juicio ese estatus quo. Cuando la información anómala alcanza cierto umbral, el hemisferio derecho realiza una revisión global del modelo, es decir, el hemisferio derecho impone un cambio de paradigma. Este modelo sobre los estilos de los dos hemisferios lo ilustra perfectamente el propio Ramachandran con el ejemplo de un ejército que se halla presto para atacar al enemigo. Este ejército, con su general al mando (el hemisferio izquierdo), cuenta con 600 tanques mientras que los enemigos sólo cuentan con 500, por lo que el general decide entrar en combate al amanecer. A las 6 de la mañana llega jadeando un espía (el hemisferio derecho) que afirma que han cometido un error y que el enemigo cuenta con 700 tanques. ¿Qué hace el general (hemisferio izquierdo)? Apenas cuenta ya con tiempo, por lo que prescinde de la información, ordena encerrar al espía y da la orden de ataque. El general se aferra a la esperanza de que la información esté equivocada y piensa que una sola fuente no es muy fiable. Ahora bien, supongamos que el espía (hemisferio derecho) llega corriendo y dice “el enemigo cuenta con armas nucleares”. En este caso el general (hemisferio izquierdo) sería muy imbécil si intenta mantener sus planes. Este ejemplo ilustra perfectamente los dos estilos cognitivos de ambos hemisferios cerebrales: el izquierdo intenta mantener un sistema determinado de creencias encajando todo lo que ocurre en esas creencias (por eso debemos creer que siempre tenemos razón) y el otro haciendo de abogado del diablo susurrándonos al oído nuestras inconsistencias para plantearnos que algo debe cambiar. Es una pena que la mayoría de las personas que conocemos no sepan reconciliar a estos dos personajes y se muestren excesivamente cambiantes o excesivamente rígidas.
Siguiendo a Goldberg y Costa (1981), el hemisferio derecho posee más áreas de asociación y más capacidad de integración entre las distintas modalidades sensoperceptivas que el hemisferio izquierdo, que posee mayor capacidad a su vez para el procesamiento en las áreas de modalidad específica y mayor comunicación dentro de esas áreas. De estas diferencias neuroanatómicas básicas parece derivarse, para Goldberg y Costa (1981), una distinción del procesamiento hemisférico basado en el concepto de novedad de la tarea. Así, es como el hemisferio derecho supera al izquierdo en integración intermodal y en procesar estímulos nuevos, por lo que el hemisferio derecho juega un papel crucial en las etapas iniciales de adquisición de un conocimiento o aprendizaje. El hemisferio izquierdo es superior en la utilización rutinaria de códigos ya adquiridos, previamente bien aprendidos. Se produce un cambio de implicación, a medida que aumenta la competencia del sujeto en cualquier tipo particular de procesamiento (ver Joseph, 1982).
El misterio de la dualidad de los hemisferios no se resuelve, según Goldberg, recurriendo a su papel diferencial en el lenguaje o a la naturaleza verbal o espacial de la información con la que se trabaja, sino que logra entenderse desde un nuevo paradigma: lo nuevo y lo familiar. La hipótesis novedad-rutina plantea que el hemisferio derecho se encarga de las tareas novedosas, mientras que el izquierdo es el repositorio de los patrones conocidos, de forma que a lo largo de la vida se produce una ‘transferencia del centro de gravedad cognitivo’ del lado derecho al izquierdo. Ello implica que, independientemente de la naturaleza fonológica o espacial de la tarea cognitiva, la activación del hemisferio derecho iría disminuyendo con la práctica a favor del funcionamiento izquierdo. Apela a esta distinción para explicar por qué las lesiones derechas tienen un efecto más devastador en los niños que en los adultos.
Goldberg acuñó los términos dependencia e independencia del contexto para referirse a los diferentes estilos cognitivos asociados a la corteza prefrontal izquierda y derecha, respectivamente. Así, la dependencia de campo es aquel estilo de toma de decisiones en el que la elección está muy influida por el contexto, lo que refleja un intento por capturar las propiedades únicas o específicas de la situación, mientras que las estrategias de resolución independientes de campo se sostienen en criterios internos del organismo, son una ‘estrategia universal por defecto’ que refleja el intento de formular la mejor respuesta promedio a todos los efectos y en todas las posibles situaciones vitales.
La hipótesis novedad-rutina como base de la especialización hemisférica enlaza los aspectos cognitivos y emocionales del organismo. Así, el hemisferio derecho, ocupado en la novedad, entra en acción cuando el repertorio de rutinas cognitivas no es suficiente para resolver la tarea o cuando se requiere un trabajo de exploración, por lo que su activación se desencadena por emociones que giran en torno a la falta de satisfacción. Goldberg describe la evidencia neuropsicológica que sugiere que en el curso del desarrollo cognitivo a lo largo de la vida, y de forma paralela a la transferencia del control cognitivo desde el hemisferio derecho al izquierdo, se produce un cambio en el centro de gravedad emocional del hemisferio derecho (más implicado en emociones negativas) al hemisferio izquierdo (más ligado a emociones positivas). Para este autor las ‘afiliaciones’ emocionales de la corteza cerebral derecha e izquierda son secundarias con respecto a las funciones cognitivas de los dos lóbulos frontales. Así, mientras las dos amígdalas se encargan de la respuesta emocional preimpresa, la corteza prefrontal lo hace de las reacciones emocionales basadas en un análisis racional y cognitivo, de manera que se combinan ambos ingredientes en los circuitos frontoamigdalinos en lo que considera la integración vertical de las emociones; mientras, simultáneamente a la interacción entre la parte izquierda o ‘positiva’ y derecha o ‘negativa’ de estos circuitos a través del cuerpo calloso y de las comisuras anteriores se produce la integración horizontal de las emociones.
A lo largo de años de experimentación con pacientes con cerebro dividido Gazzaniga halló una y otra vez que la información procesada por el hemisferio derecho daba lugar a patrones conductuales (basados en procesamiento de información alejado del alcance del intérprete, aislado en su hemisferio izquierdo) acerca de los cuales el intérprete fabulaba indefectiblemente. Por ejemplo, al mostrar el imperativo «levántate» al hemisferio derecho desde el campo visual contralateral conectado con el mismo, el paciente se levanta (hay que matizar que algunos pacientes presentan rudimentos lingüísticos en su hemisferio subdominante, mas, a pesar de poder éste alcanzar a comprender el lenguaje hablado o escrito, no puede comunicarse verbalmente). Cuando se le pregunta por qué lo hace, el intérprete no puede menos que buscar coherencia y ofrecer una perspectiva desde la cual quepa pensar que uno se sienta a sus propios mandos, que el dirige; así que contesta: «tengo sed, voy a beber algo». En investigaciones posteriores Gazzaniga planteó hipótesis explicativas sobre esa lateralización y sobre cómo los hemisferios se comunican entre sí. La lateralización significa que la corteza cerebral del hemisferio derecho no posee las mismas funciones que la del izquierdo. En su hipótesis del “intérprete” Gazzaniga plantea, básicamente, como procesa y la elabora la información el hemisferio izquierdo que denomina “el intérprete del cerebro izquierdo”. Después de muchas investigaciones, Gazzaniga infirió que el hemisferio izquierdo lleva a cabo elaboraciones explicativas para encontrar el sentido a lo que nos rodea, a las circunstancias y a nuestra participación en ellas. El “intérprete” intenta racionalizar y generalizar la información que uno recibe para vincular el pasado con el presente. ¿Cómo lo descubrió? En los experimentos iniciales, Gazzaniga les mostraba una imagen a sus pacientes de cerebro dividido, pero solamente visible a través de su ojo derecho. En estos casos los pacientes podían dar una explicación de lo que habían visto. Sin embargo, si Gazzaniga les exponía la imagen sólo a su ojo izquierdo (o sea, si la procesaba el hemisferio derecho), los sujetos afirmaban no haber visto nada.
Emocionalmente hablando, lo que significa que “el intérprete” esté lateralizado como función, es que el hemisferio izquierdo concede y elabora el “sentido” de nuestras experiencias. . Esta elaboración o es meramente un procesamiento cognitivo sino que implica aspectos emocionales , ya que su cometido sería dotar de coherencia a los episodios de nuestras vidas, integrándolos en una idea coherente del “yo”.
La sensación de certidumbre y seguridad que se deriva de poder entender lo que está pasando es una emoción esencial. También lo es la confusión, la inseguridad y el aturdimiento que sobrevienen cuando no nos podemos formar un modelo de cómo funciona la realidad y nosotros en ella. Todo el tiempo estamos intentando comprender qué nos pasa y encontrarle sentido a lo que nos rodea. Incluso en ocasiones la cosa es más profunda e intentamos encontrarle el sentido a nuestra vida (como explica Viktor Frankl). O a la vida misma, más filosóficamente. Fijémonos cuánto tiene esto que ver con lo que los científicos cognitivos actualmente denominan “creencias”: el modelo de la realidad que cada uno se ha hecho (nuestra forma de asimilar el mundo y nosotros en él). Y fijémonos, por ende, cuán entramadas están las emociones con los procesos cognitivos del cerebro/mente –es decir, los procesos para conocer el mundo, percibirlo e interpretarlo, y los procesos de aprendizaje, memoria y atención.
La segunda noción apela al modo en que generamos creencias y elaboramos teorías acerca de nuestro comportamiento y el de lo que nos rodea. El intérprete del cerebro izquierdo sería un módulo, un componente cerebral especial, ubicado en el hemisferio dominante (generalmente el izquierdo en los diestros), en el que se hallan las áreas responsables de la generación y la comprensión del lenguaje. Este módulo especial halla su razón de ser en buscar explicación a lo que le rodea, empezando por los resultados de la actividad del resto del cerebro, plagado de módulos que pueden actuar con independencia dando lugar a conductas a las que el intérprete dotará de sentido aunque en principio, para él, carezcan por completo del mismo. Gazzaniga comenzó su carrera investigadora de la mano de Roger Sperry estudiando a pacientes con cerebro dividido. Esta expresión refiere a la peculiar condición anatómica de pacientes epilépticos sometidos a un tipo especial de cirugía: la comisurotomía, consistente en escindir ambos hemisferios seccionando el cuerpo calloso para así aislar los focos de las crisis. A pesar de que esta descripción constituye una exagerada simplificación servirá para ilustrar la noción de intérprete del cerebro izquierdo. El hemisferio derecho carece de lenguaje, y lo que quiera que suceda en sus módulos sólo se le muestra al investigador –y al sujeto comisurotomizado– conductualmente –es interesante notar en este punto la aparentemente inextricable relación entre conciencia y lenguaje: los acontecimientos evidenciados por el silente hemisferio derecho se muestran conductualmente pero no alcanzan la conciencia del paciente. Un acto conductual puede estar pues relacionado con la actividad de uno de esos módulos, tal vez fuera del alcance del intérprete, y, sea como fuere, el intérprete tratará siempre de alcanzar coherencia produciendo a este fin una teoría para dar cuenta de la causa de dicho acto conductual, una teoría que no necesariamente resulte acertada, pero que sirva para el mantenimiento de una vida mental unitaria y coherente. El «yo» se nos mostraría pues como una entidad plural sometida a constantes intentos de explicación unitaria por parte de un módulo especial responsable de la formación de creencias respecto del mismo «yo» y el resto del entorno.
Creéis que la neuropsicología está explicándonos la base de lo que llamamos en psicología lo que llamamos mecanismos de negación?
Os dejo adjunto un PPT sobre especialización hemisférica que he preparado hace poco
https://www.dropbox.com/s/mgpvpfk38rgsu ... a.ppt?dl=0
Ah¡¡¡ Una investigación de esas que os gustan: a un grupo de varones les pusieron a oler varios tarros con líquidos diversos y después de oler cada tarro les median la testosterona (hormona ligada al deseo sexual) en todos los tarros mantenían altos los niveles de testosterona menos en uno que les caía en picado la testosterona al olerlo,. Adivinar que había en ese tarro??. Increíble y maravilloso atención: LAGRIMAS DE MUJER¡¡¡¡¡ ES MARAVILLOSO¿¿¿¡