Respecto a lo primero, yo me lo explico así:
Imaginemos que la conducta es "ir a una corrida de toros" cuando tu actitud es más bien antitaurina. Si tienes libertad de acción, eso implica que puedes elegir entre ir o no ir. Imagínate que sale en tu ciudad un anuncio para ir de extra en la grabación de una película en la que sale una corrida, y que te van a pagar por ello.
Si pagan cuatro chavos, lo lógico siendo fiel a tus principios sería elegir no ir. En cambio, si te pagaran una millonada, quizá irías porque no te hace falta cambiar tu actitud ante los toros, ya que tu elección queda totalmente explicada y justificada por el incentivo enorme que recibes. Por el contrario, si decides ir a pesar de que te van a dar una propinilla de nada... es más probable que cambies tu actitud ante el toreo para poder soportar la disonancia cognitiva que eso te provoca.
¿Pero qué pasa si en realidad no tienes elección, si te ves obligado a ir sí o sí a la corrida de toros? Pues en este caso, un incentivo pequeño te deja igual que estabas, pero si resulta que aunque vas obligado te encuentras de pronto con que sales de allí con un saco lleno de dinero, pues probablemente eso se convierte en un refuerzo positivo para volver a repetir la conducta, porque algo bueno has sacado de ello... Te va a ayudar a verlo con otros ojos, por decirlo así.
Lo de la deprivación relativa a mí también me cuesta entenderlo, la verdad. Yo también sería de las que montarían en cólera
Supongo que el cambio de actitud se producirá para no sentirse como un tonto del que se han aprovechado... Sería algo así como un Síndrome de Estocolmo: "no, si a mí no me han raptado... he sido yo que me he ido con esta gente tan simpática a pasar una temporada a una cabaña aislada en el campo que nadie sabe dónde está"...